Puede ayudar a identificar alteraciones en los huesos de distinto origen, tales como infecciones, fracturas o tumores, incluyendo las metástasis óseas por la presencia de un cáncer en otra zona del cuerpo. La diferencia de la gammagrafía ósea en comparación con otras pruebas de imagen que también nos permiten evaluar lesiones óseas, como las radiografías, el escáner (o TAC) o la resonancia magnética, es que la gammagrafía es un prueba funcional, lo que quiere decir que las imágenes que se obtienen dependen del metabolismo del hueso.
La gammagrafía ósea es un procedimiento no invasivo y generalmente indoloro, ya que para la realización de esta prueba únicamente se realiza una inyección intravenosa de una pequeña cantidad de una sustancia radiactiva conocida como radiotrazador, que viaja a través de la sangre hasta los huesos, donde se acumula y es detectado por una cámara especial que reproduce las imágenes de los huesos, que reciben el nombre de “rastreo”. Con esta prueba se buscan zonas del esqueleto en las que acumula una mayor cantidad del radiotrazador, y que pueden corresponder a diferentes tipos de lesiones como hemos mencionado anteriormente. El trazador de las gammagrafías óseas es el Tecnecio-99 metaestable (99mTc), muy utilizado en otras pruebas de Medicina Nuclear.
Este tipo de prueba no requiere de una preparación especial previa y una vez realizada, el/la paciente se podrá incorporar a su vida habitual. El marcador radiactivo desaparece del organismo a los 2 o 3 días.
Referencias: